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El Búho: Un Instrumento del Espíritu

Actualizado: 20 feb 2022




Hace años, me encontré en Perú, viajando en un autobús que subía más y más alto en las montañas, y que, como mi espíritu, parecía estar llegando a los cielos. ¿Qué sabia el sobre los deseos de mi alma?

Los pueblos indígenas de la región y su tierra eran tan cálidos, vibrantes y tan cercanos a mi corazón. ¿Cuánto tiempo en mi vida, sin saberlo, los había extrañado y buscado? Por mucho tiempo queridos hermanos y hermanas.


El aire limpio, las amplias vistas de los picos andinos y la emoción de lo desconocido eran casi demasiado para mi corazón. Pero mi alma cantaba.


Alcanzando cada vez planos más altos, la altitud, el tiempo y el espacio se fusionaron y yo acariciando valles que sin mucho alboroto se iban transformando en desiertos y tierras nevadas fui solo ojos. Pasando cada centímetro de la carretera, me sentí ser parte de una gran nube blanca y esponjosa que envolvía mis percepciones, pensamientos pasajeros y anticipación.


Y yo me pregunté qué historias me contarían esta inmensa tierra y sus criaturas, su río, la escasa vegetación y las enormes rocas a lo lejos.

Cuando finalmente llegó el autobús a su destino esperándome estaba el Santuario Nacional de Huayllay - Bosque de Piedras con sus majestuosos picos de catorce mil pies de tierra helada calurosamente besando el aire fresco. También allí me esperaba una ceremonia de los guías de la comunidad indígena local Q’ero, con su té de coca hirviendo y una abundante cena cocida en el suelo sobre piedras. En su compañía y calor humano yo abracé mi primera noche durmiendo en mi carpa. Las botellas de agua congeladas a la mañana siguiente predijeron una historia diferente. Sin embargo, por esa primera noche, todo había estado bien.


Al día siguiente, en algún momento después del desayuno, muy entusiasmada comencé mi primer viaje solitario hacia la espesura del Bosque de Piedra. Alli dando un paso corto tras de otro mientras respiraba lenta y profundamente, mis pulmones y sudorosos poros de la piel empezaron a absorber el peso de la carga sobre mi espalda, y mi corazón la ligereza de espíritu que esta vasta, árida y magnífica tierra engendra.

Modesto y Toribio Quispe Lunasco


Y a cada paso mis ojos descubrían ilusorias y reales imágenes de formas y figuras majestuosas de este y otros antiguos mundos que las rocas gigantes proyectaban en mi mente.

Encantada así pasaron largas horas de caminata mientras yo esperaba en silencio una invitación de la tierra para caer en sus brazos. De pronto en este espacio desolado una flor de diente de león se mostró en todo su esplendor. Esa fue mi señal. Había llegado.


Descargué mi gran mochila y muy juiciosamente saqué mis nuevas herramientas ceremoniales. Estas eran un abanico de plumas, un colorido tejido recién adquirido que envolvía recuerdos de la naturaleza y los deseos más profundos de mi alma, llamado Mesa, tabaco y una pequeña botella de agua florida —una colonia que se usa en ceremonias chamánicas.


Bajo un cielo azul cristalino como testigo, agradecí al Espíritu, la tierra, las cuatro direcciones, este, sur, oeste y norte, y los cuatro elementos, aire, fuego, agua y tierra por apoyar mi jornada y todas las formas de mi vivir. Luego, antes de armar mi carpa, mi hogar para pasar la noche. bendije el suelo, rociándolo con agua florida dándole gracias por albergarme.

Explorando la zona, buscando los cristales que solo crecen en los lugares más sagrados de la tierra, el tiempo consumió lo que quedaba de la tarde. Mi día terminó con una exhibición maravillosa del sol hundiéndose debajo de las rocas y el cielo tornándose entre colores púrpura, rosa y luego en un rojo carmesí.


Y allí estaba yo sola en la oscuridad de la noche. Era una noche sin luna. En verdad era una noche muy oscura con estrellitas titilando o desvaneciéndose en otros mundos. El día había terminado y en mis cálculos había sido un viaje de calma y paz.


Q'ero Ceremonial "Mesa"


Contemplando mi perfecta soledad mientras me preparaba para irme a dormir noté que no tenía la cobija de emergencia que la noche anterior me había compensado el calor que un saco de dormir de verano no podía ofrecerme. Después de mucho buscarla sin éxito supe que no había nada más que hacer sino acostarme esperando lo mejor.


Sintiendo el latido de la naturaleza debajo de mi cuerpo y la frescura vigorizante del aire helado, mis sentidos muy despiertos con semejante día, finalmente empezaron a descansar, o eso yo creí hasta que mis brazos y piernas comenzaron a entumecerse a causa del extremo frío. A mi memoria regresaron imágenes de la emergencia vivida en otra ocasión cuando una la hipotermia paralizó mis músculos en las frígidas aguas del Lago Michigan en los Estados Unidos. Para compensar, comencé a meditar invocando al Espíritu y a las estrellas para que brillaran sobre mí. Me sintonicé con mi propia energía y con la energía del cosmos, pero nada me calentaba. Era demasiado consciente de que mis extremidades ya hipotérmicas no podrían moverse por mucho más tiempo.


Sin otros recursos llegó el pensamiento de mi inminente muerte.

Era poderoso y aun sutil inspirándome a convocar la fuerza de la vida debajo de mi cuerpo uniéndola con la aquella de la estrellada helada noche esta vez para aceptar con plena paz, amor y gratitud ésta como la hora de mi regreso a la eternidad.


Me despedí de mi querido esposo y de todos mis seres queridos agradeciéndoles por ser parte de mi experiencia en esrte planeta. Y justo cuando estaba en lo más profundo de mi sagrada entrega al regreso a la eternidad, el canto de un búho irrumpió en el silencio de la noche. Su intensidad resonando en todo mi ser.


El búho había llegado justo a mi lado fuera de la carpa. Qué sonido y sentimiento divinos. Qué poderoso era. Sin duda, su aparición era obra del Espíritu. Mi corazón latía de felicidad. Y en mi regocijo mi mente y cuerpo congelados desaparecieron o tal vez se diluyeron en la experiencia de la divina presencia del búho. Sentí que dondequiera que fuese mi siguiente paso no era un problema. En ese momento yo fui solo una vibración conjunta con la del inquietante, inquisitivo y, sobre todo, fascinante ulular del búho resonando en el más allá. Ese mundo alucinador de incógnitas donde pertenecemos los humanos y todo lo que existe. Y así, entre estas bellas emociones y pensamientos solo supe que a la mañana siguiente me desperté frente a un gran espacio iluminado por un cálido y radiante sol naciente. Cada pedacito de mi cuerpo y mente rebosante de fuerza espiritual llena de confianza, fe y esperanza. Había sobrevivido.

No hacía mucho tiempo atrás la muerte estuvo rondando a mi alrededor. Primero fue la muerte de mi padre, luego la de un amigo entrañable y la de otro conocido y, la más dramática de todas, la muerte de un niño a quien, en unas de mis caminatas por parques naturales vi caer a un precipicio. Esta aglomeración de casos inevitablemente evoco todo tipo de pensamientos y emociones encontradas. Sobre esto me di cuenta de que, después de algún tiempo de convivir con mi extremo estado emocional, mis sentimientos y emociones de dolor empezaron a disfumarse hasta desaparecer dejando mi mente y corazón renovados y con la capacidad de entender y comprender que morir es una parte inevitable de la vida. De acuerdo con esto yo no le temía a la muerte pero aún así tuve que preguntarme el cómo poner en contexto mi experiencia con el búho en la que yo había sido su posible sujeto.


Contemplé que me encontraba es este sendero de piedras buscando abrir las puertas del entendimiento de dos revelaciones espirituales que una década atrás había recibido. Respuestas que no había hallado y que estaba segura la mente sola no podía ofrecer. Hallé que esta experiencia extrema no me ayudaba en nada aunque alguien versado en chamanismo, después de escuchar sobre mi encuentro con el búho, me dijo que no hay nada más poderoso que el confrontar nuestra propia muerte.




Me llevaría algún tiempo entender estas palabras o entender que había vivenciado el ejercicio de algo "más real que lo real" sobre lo que es una entrega espiritual es y con ello, sobre la liberación de la idea de control de mi mente. El momento para entender el significado de mis revelaciones tendría que esperar. Se dice que en términos espirituales solo obtenemos lo que necesitamos, no lo que queremos.

Sin embargo, lo que si quedó muy claro es que en este viaje de fé, el Espíritu, a través del búho, me informó sobre la naturaleza eterna de la vida, lo que es un punto fundamental que alimenta una experiencia humana más amable.

Derechos de Autoría© Aura Camacho-Maas – Febrero 2022. Todos los derechos reservados.

Fotos: Aura Camacho-Maas

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1 Comment


Salomon Mendoza
Salomon Mendoza
Dec 11, 2022

Saludos Aura Excelente trabajo, saludos desde Nicaragua

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